El partido Morena tiene altas probabilidades de ganar la presidencia de México nuevamente en 2024. Con una oposición fragmentada y desdibujada, un presidente en turno con altos niveles de popularidad y un partido que gana continuamente elecciones, existen las condiciones para que cualquiera que asuma la candidatura de Morena gane la presidencia. Claudia Sheinbaum, quien recientemente dejó su cargo como gobernadora de la Ciudad de México (CDMX), es la favorita para ser la candidata de Morena y probablemente la primer mujer presidente de México. ¿Cuáles son los retos que enfrentará en su carrera por la presidencia?
En toda la historia moderna de México, ningún gobernante de la CDMX ha logrado ser el candidato que gane la presidencia. El caso más cercano es justamente López Obrador, pero lo logró trece años despúes de dejar el cargo. Gobernar una ciudad tan grande como la CDMX es un reto muy complejo. Los cinco años del gobierno de Sheinbaum son de claroscuros, pero hay elementos que muestran que su desempeño global no fue satisfactorio. En las elecciones intermedias de 2021 su partido Morena perdió 7 de las 14 alcaldías de la Ciudad de México que gobernaba, y mientras que en 2018 ganó 37 de los 66 escaños del congreso local, en las elecciones 2021 obtuvo 29, ocho menos que en la elección anterior. Dicho resultado fue una evaluación sobre el desempeño de Sheinbaum como gobernadora de la CDMX más que de los alcaldes y los legisladores. Ello sucedió un mes después del accidente en la línea 12 del Metro, la columna vertebral de la movilidad en la ciudad, una tragedia que ella trató de minimizar al defender a la Directora del Sistema Metro por su mal desempeño en el mantenimiento y culpar a sus antecesores por la mala calidad en el proceso de construcción de dicha línea. A la fecha existe evidencia, que se acumula, de que bajo la política de austeridad se ha dejado de invertir en el mantenimiento del Metro, generando atrasos en los traslados, accidentes y líneas cerradas. No logró resolver el problema de abasto de agua en la ciudad, situación que se agrava cada vez más. En cambio, sí se alineó con políticas de gentrificación de zonas con alto nivel adquisitivo para favorecer empresas como AirB&B, lo cual perjudica a las personas que ya viven en las mismas, ya que ha provocado un aumento desmedido del costo de la renta de casas habitación y departamentos en la ciudad. Solo por ejemplificar, en Europa se está poniendo un alto a las plataformas de renta en línea porque aumentan el costo de la vida en las ciudades en detrimento de la ciudadanía local. En cambio, Sheinbaum, en el sentido opuesto, favorece la especulación inmobiliaria, el uso intensivo de las plataformas de renta de residencias para atraer a un tipo de consumidor en la ciudad, afectando los precios de venta y renta. Esto tarde o temprano se convertirá en un grave problema urbano. Bajo estas condiciones, es factible que Morena, aún ganando la presidencia, pierda la CDMX en la elección de 2024.
No obstante, las posibilidades de Sheinbaum de ganar la nominación como candidata a la presidencia de México son muy altas. No solo es la favorita de López Obrador, sino que es la mejor posicionada en las encuestas dentro de su partido. Morena ha señalado que la selección de su candidato presidencial será a través de encuestas como en otros procesos de selección de candidatos, que, sin embargo, nunca se han transparentado, lo que deja un amplio espacio para las sospechas de que son simplemente una simulación, y fortalecen la idea de que el proceso de designación será el “dedazo” del Presidente, similar a la vieja práctica que tenía el PRI en el siglo XX. Solo que esta vez no es factible que los otros contendientes acepten sin más este resultado. El problema principal es que López Obrador desea designar a un candidato que continúe con su proyecto de gobierno, y Sheinbaum pudiera alejarse de éste para crear su propio proyecto, su propia carrera, y no estar simplemente a su sombra. Ello conlleva el riesgo de perder el apoyo del partido, pues ella no lo controla: aunque tiene algunos apoyos en las gubernaturas, no son seguros, y tampoco controla a los líderes del partido en el Senado ni en la Cámara de Diputados.
Por ello, en la construcción de su candidatura y el camino a la presidencia Sheinbaum enfrenta varios desafíos:
Primero, crear un proyecto propio que no rompa con el proyecto de López Obrador, pero que tampoco sea visto como una mera continuación, de otra manera cargará con el estigma de ser simplemente su testaferro. Su cercanía con López Obrador, desde que fue Jefe de Gobierno de la CDMX entre 2000 y 2006, es una ventaja al igual que una desventaja. En ese periodo coordinó la implementación de algunas políticas emblema de ese gobierno, como la construcción del segundo piso del periférico y la introducción del Metrobús, entre otras acciones. Cuando López Obrador perdió las elecciones en 2006, ella continuó apoyándolo hasta que crearon el partido Morena. Gran parte de su carrera se debe a esta vinculación y cercanía. Y puede ser precisamente el lastre que puede afectar a su campaña política hacia la presidencia al carecer de una carrera política más independiente.
Segundo, mantener la cohesión de Morena. Hasta ahora todos los miembros del partido se mueven con la intención de complacer a López Obrador, hasta el grado de humillarse y llevar a cabo acciones que bajo otro contexto serían indignas. Pero es una operación racional que les conviene si desean seguir escalando posiciones y obteniendo cargos. Cuando el factor López Obrador desaparezca, las cosas pueden cambiar. El líder, enfermo y avanzado de edad, difícilmente podrá seguir manteniendo la unidad después de ser presidente, y este será el reto de Sheinbaum.
Tercero, tendrá que negociar posiciones con los otros aspirantes a la candidatura presidencial. Marcelo Ebrard, Adan Augusto López y Ricardo Monreal, controlan estructuras partidistas y tienen relaciones políticas propias, y éstas son las que ganan elecciones. Sin dicho apoyo, el triunfo electoral no está asegurado del todo. Por lo tanto, deberá saber negociar una posición que los aleje de la posibilidad de ser candidatos de la oposición en caso de perder la nominación.
Cuarto, hay muchos sectores golpeados por las políticas de López Obrador que esperan que cambien con ella o con cualquiera que gane la presidencia. Ella se asume como universitaria y como científica, y han sido precisamente las comunidades científicas y universitarias las más golpeadas por el gobierno de López Obrador. Si Sheinbaum desea seguir presentándose como universitaria, deberá ofrecer algo a este sector, que sólo es un ejemplo entre otros muchos.
Finalmente, hay que tomar en cuenta que el proceso interno de Morena para definir a su candidato a la presidencia está fuera de la legalidad ya que técnicamente deberían empezar la precampaña hasta finales de 2023. Uno de los retos de Sheinbaum y de los otros pre-candidatos es que sus actividades no sean sancionadas por las autoridades electorales. Pero es una situación compleja: si el INE o el tribunal electoral los sancionan, se abrirá una confrontación que puede llevar a extremos como que se les niegue el registro como candidatos; una situación muy remota pero posible. La oposición ya esta acusando a Sheinbaum y al resto de los pre-candidatos de actos anticipados de campaña, que están sancionados en la ley y que deben ser castigados por las autoridades electorales. Hay incertidumbre en saber como va a actuar el INE encabezado por una presidenta cercana al partido en el gobierno y que recientemente obligó a todos los consejeros a reunirse en Palacio Nacional con el presidente. Una situación que compromete la independencia del INE, pero que también es una jugada maestra del presidente: si los consejeros electorales no acudían, los iba a denostar en sus mañaneras, y debido a que fueron, ahora son acusados de falta de imparcialidad por otros sectores.
Si no existiera un deterioro de la democracia en México, estas observaciones serían meras especulaciones. Empero, en el siglo XXI todos los líderes populistas y autoritarios en América Latina se han enfrentado a la difícil decisión de designar a un sucesor que pueda ser controlado y que continúe con su proyecto, y la evidencia ha demostrado que para lograr dicho objetivo, el candidato más popular no es la mejor opción. Esta es la encrucijada en la que Sheibaum se encuentra.