La prensa registra que el 19 de septiembre de 2024, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) dejó de ser un partido político, es decir, perdió su registro como tal al no haber alcanzado en las elecciones federales del 2 de junio pasado el 3% de la votación nacional.[1] El día no es el más afortunado para dar cuenta de esta pérdida de la política nacional –día de recuerdos y experiencias terribles por la coincidencia de dos terremotos–, pero ayudará a dejar en la memoria colectiva la conciencia del fracaso de una iniciativa política con un origen mixto pero determinante para la historia reciente del país. Así, “el partido que nació el 6 de julio” de 1988, según la formulación optimista de uno de sus principales fundadores[2], muere el 19 de septiembre de 2024, sin mayor pena ni gloria. Triste resultado para una de las formaciones políticas de izquierda más importantes de los últimos años.
Cuando se cumplieron sus 20 años, en 2009, Jorge Cadena y quien esto escribe celebramos un coloquio[3] para reflexionar sobre el desarrollo y futuro de ese partido. Después, derivado de ese evento, preparamos un libro que expresaba preocupaciones sobre distintas facetas. En la Presentación del mismo, señalamos lo siguiente:
“Curiosamente, su 20 aniversario pasó prácticamente inadvertido. El ambiente que prevalecía en esos momentos dentro del partido no daba para celebraciones. Pocos recordaron ese aniversario o, si lo hicieron, se lo guardaron para sí mismos”.[4]
El ánimo no era el mejor después de la primera derrota de su entonces candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), y del movimiento que posteriormente encabezó el mismo AMLO ara acusar fraude y desconocer al presidente elegido en 2006, Felipe Calderón Hinojosa. Las tensiones que cargaba el partido desde su fundación seguían irresueltas y la derrota, como todas las derrotas, es un incentivo poderoso para la disidencia más que para la comunión de voluntades. Al menos así ha sido la historia de las distintas izquierdas desde mediados del siglo pasado.
Si en aquél entonces, habiendo quedado a un paso de ganar la presidencia de la República, el ambiente era lúgubre y de confrontaciones internas, ¿quién quisiera recordar hoy al partido cuya acta de defunción ha sido firmada por la autoridad electoral? ¿Quién quiere recordar lo que ha sido, mejor dicho, lo que fue? Pocos, quizá quienes quedaron de ese gran naufragio o quienes tienen nostalgia por el partido que derivó de un gran movimiento. No obstante, a los estudiosos de la democracia, los partidos políticos y el desarrollo del régimen nos importa establecer su legado –que no fue pobre, por cierto– y su aportación a los caminos para la construcción democrática (hoy tan olvidada o francamente vapuleada).
De esa manera, valga un mínimo recordatorio de lo que se pierde con la salida del escenario político nacional del PRD:
- Se ha perdido una opción que, con esfuerzos y luchando contra su propia herencia de divisiones y facciones, logró consolidar a la izquierda como una alternativa electoral. No está de más recordar que la constitución del Frente Democrático Nacional (FDN), en 1987, y la competencia al entonces hegemónico Partido Revolucionario Institucional (PRI) en las elecciones de 1988, mostraron el potencial de una fuerza política que se identificaba de izquierda, cuyas raíces provenían del nacionalismo revolucionario disidente del PRI y del socialismo menos radical, principalmente. Dicho de una manera sintética, esos años le enseñaron a distintos grupos políticos y sociales antes distanciados de la política formal, que la vía electoral podía ser prometedora si se organizaban y daban la batalla por el cauce institucional. Ahí comenzó una historia de 35 años que tuvo su mejor momento en 1997, cuando el PRD ganó la Jefatura de Gobierno del entonces Distrito Federal y una buena cantidad de legisladores en las cámaras del Congreso de la Unión. Más aún, Morena, el partido del actual presidente, no existiría hoy día si no fuera por la labor del PRD en la creación de instituciones y su perseverancia en la disputa electoral; además, reconozcamos que Morena se nutrió ampliamente de la militancia formada en el PRD y de varios de sus dirigentes, entre ellos, el propio AMLO, quien lo presidió a finales del siglo pasado.
- Se ha perdido un partido que contribuyó de forma crucial al proceso de democratización en México. De hecho, no es exagerado decir que los comicios de 1988 fueron un quiebre en el régimen político autoritario cuya capacidad para legitimarse en las urnas fue puesta en duda por primera vez, en toda su historia (el candidato del PRI obtuvo oficialmente poco más del 50% de los votos). El PRD se constituyó como heredero de esa lucha electoral y fue activo participante de las reformas en esa materia, especialmente en las de 1994 y 1996, que dieron una faz más democrática a las instituciones políticas de la época. Con el tiempo fue acrecentando su presencia en el Congreso y obteniendo algunas gubernaturas, con lo que parecía, en los primeros años de este siglo, que su futuro era promisorio. Es de reconocerse que, sin su presencia activa y su capacidad negociadora –que muchas veces dependió de sus dirigentes nacionales– la democratización mexicana hubiera retardado su curso y, quizás, hubiese sido menos incluyente de lo que fue.
- Se ha perdido la posibilidad de construir una alternativa de izquierda progresista, con una agenda liberal y socialdemócrata (términos que no deberían ser excluyentes). Dicho de otro modo, quizás drástico, ha desaparecido la capacidad de pensar a la izquierda desde la izquierda, de tener un referente de pensamiento inteligente, porque la política consumió a las ideas (y lo sigue haciendo). En la Introducción al libro que he citado, decíamos que el ideal de ese partido era ser democrático, de izquierda y “enraizado en la sociedad civil”. En esa perspectiva, había un conjunto de desafíos que debería afrontar y, mientras no se solucionaran, el PRD seguiría “entrampado en debates internos estériles y con dificultades para proyectarse como una opción de gobierno sensata, poniendo en duda su capacidad para encabezar el ejecutivo federal”.[5] Lo que ocurrió después de 2012 es sabido: AMLO desertó y apostó todo por su nuevo partido, fundado por él, Morena, y en las elecciones de 2015 tuvo un desempeño electoral sorprendente para una nueva formación política, prolegómeno de los que ocurrió tres años después. Así, el PRD declinó desde las elecciones de 2018, cuando AMLO compitió por tercera vez por la presidencia, bajo el cobijo de su partido, y la ganó de forma contundente. Entre los muchos factores que explican su declive, habrá que considerar que le fue imposible recomponerse de las salidas sucesivas de sus principales dirigentes: Porfirio Muñoz Ledo, el propio AMLO y posteriormente Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. Esas salidas, aunadas a las divisiones “tribales” internas y la imposibilidad de institucionalizar al partido, hicieron de él un “cascarón vacío”: sin liderazgos fuertes con capacidad de convocatoria y de resonancia de sus ideas y propuestas en la esfera pública.
Lamentable final el de este partido que, en algún tiempo, movilizó conciencias y generó expectativas de que el país contaría con una opción de izquierda creíble, razonable y factible. Lamentable final que deja un vacío en las izquierdas y en la frágil democracia mexicana.
[1] Erika Hernández, “Oficializan desaparición del PRD”, Reforma, 20 de septiembre de 2024, p. 11.
[2] Cuauhtémoc Cárdenas, “PRD: pasado, presente y futuro del partido que nació el 6 de julio” en Jorge Cadena Roa y Miguel Armando López Leyva (comps.). El PRD: orígenes, itinerario, retos, México, IIS – UNAM / Ficticia editorial, 2013, pp. 549-576. Formalmente el partido nació el 5 de mayo de 1989, pero la referencia de Cárdenas es a la elección presidencial del 6 de julio de 1988, cuando su candidatura obtuvo el segundo lugar oficialmente, aunque acusó de fraude.
[3] Coloquio “PRD: a veinte años de su fundación”, celebrado los días 10 y 11 de noviembre de 2009 en el IIS-UNAM.
[4] Jorge Cadena Roa y Miguel Armando López Leyva, “Presentación”. El PRD: orígenes, itinerario, retos, México, IIS – UNAM / Ficticia editorial, 2013, p. 3.
[5] Jorge Cadena Roa y Miguel Armando López Leyva, “Introducción”. El PRD: orígenes, itinerario, retos, México, IIS – UNAM / Ficticia editorial, 2013, p. 36.