¿Cómo explicar los cambios en una serie de encuestas? ¿Cómo explicar las diferencias entre dos series? Éstas son preguntas generales y básicas. Sus respuestas, aún si sólo son aproximativas y tentativas, guían cualquier lectura de encuestas determinadas. En contraparte, una función valiosa del examen de datos específicos puede ser apoyar (o refutar) los principios explicativos generales que asumimos de entrada. Dado que las encuestas se han convertido en una de las principales fuentes de información al analizar la calidad de la democracia, quiero esbozar una discusión sobre las principales explicaciones que hay acerca de la adopción de opiniones.
En el último año y medio, se han levantado en nuestro país varias series de encuestas para medir la aprobación de la gestión presidencial por la ciudadanía, que han llamado la atención en los días previos y posteriores al informe anual del presidente de la República. Haré referencia aquí a los resultados de dos de ellas. Son producto del trabajo de encuestadoras reconocidas: la que encabeza Alejandro Moreno y la que dirige Roy Campos. Sus resultados han sido publicados, respectivamente, en “El Financiero” y en “El Economista”.
De acuerdo con Moreno, entre febrero de 2019 y abril de 2020, la proporción de quienes aprueban “lo que está haciendo [AMLO] como presidente” disminuyó de 83% a 68%, de manera esencialmente gradual y con algunas oscilaciones. Después, entre la segunda fecha y agosto de este año, la baja ha sido un poco más pronunciada, para llegar a 59%.
Según Campos, en el primer intervalo de tiempo (febrero 2019 a abril 2020), la aprobación bajó de 67% a 48%. En el segundo (abril a agosto de 2020), subió hasta 54%.
Pienso que las dos series de datos son confiables. Me parece, también, que las diferencias entre ellas se encuentran dentro de un intervalo definido por los márgenes de error reportados debidamente por Moreno y Campos, excepto por lo que captaron en abril de 2020. Las diferencias entre unos números y los otros se deben, principalmente, a que las muestras de las encuestadoras no son comparables en todo. La de Moreno representa a los adultos del país; la de Campos, a los adultos con dispositivos móviles y acceso a internet.
Bajo ese supuesto, el de la comparabilidad parcial y el contraste pertinente, no es posible explicar las diferencias solamente con base en alguna de las (tres) grandes teorías de la opinión pública. Se requiere conjugar las observaciones que sus distintas perspectivas nos ofrecen. Además, los factores que cada una enfoca han cambiado de peso en este año y medio.
Tres perspectivas
La teoría de John Zaller dice que el reforzamiento y el cambio de actitudes se difunden de los sectores más informados a los menos informados en mayor medida que en la vía inversa. Esas dinámicas dependen no sólo de la frecuencia con que se emitan mensajes con un mismo sentido, sino también de las predisposiciones de los receptores.
En esa lógica, las evaluaciones presidenciales que registra Campos normalmente se generarían antes que las que capta Moreno, lo cual concuerda con lo que vemos. Además, a la población representada en los estudios de Moreno no le llegarían todos los mensajes que están activando a la subpoblación representada en la encuesta de Campos. Tanto o más importante que eso, los dos grupos de encuestados no le pondrían la misma atención a los mensajes que reciben en común, o no les atribuirían el mismo grado de confianza.
Aquí viene al caso otra teoría: la de Thomas Valente. De acuerdo con ella, las personas que se vinculan en una red vertical tienden a adoptar las posturas que promueven quienes ocupan las posiciones superiores de su misma red. En cambio, las personas que forman parte de redes horizontales toman los puntos de vista de quienes ven como mejor documentados, y éstos pueden estar en diversas redes.
En otras palabras, las redes verticales son más cerradas a influencias externas y las horizontales, más abiertas. Y no cabe duda que entre los internautas habría más gente dispuesta a tomar en cuenta lo que piensan otros antes de asumir una posición propia.
Entonces, los encuestados que se quedan con las actitudes promovidas por los mensajes gubernamentales serían más numerosos en la población general que en la subpoblación de internautas. Nuevamente, esto es lo que se observa. Por eso, todo el tiempo en la serie de Moreno, la aprobación de la gestión presidencial ha sido más alta que en la de Campos.
Viendo así los procesos, llama la atención que ambas mediciones se han mantenido relativamente cercanas y, sobre todo que, después de distanciarse en abril de este año, se han vuelto a aproximar. Hasta donde alcanzo a ver, la mejor explicación de esto la proporcionaría la otra gran teoría de la opinión pública: la de Elizabeth Noëlle Neumann.
Neumann mostró que, al opinar, tenemos presente lo que creemos que opinarán los demás. Más fuerte aún, apartarse de lo que prevalece en el grupo con el que uno se identifica es una decisión muy difícil. Eso puede acarrear rechazos del grupo o, inclusive, la exclusión del mismo, costos muy altos para cualquier persona.
En breve, el margen de la subpoblación que usa internet para adelantarse a la población en su conjunto ha sido limitado, porque aquella procura seguir siendo parte de la población. Pero, por simetría inversa, tampoco ha sido tajante la verticalidad de la transmisión en las redes que no acceden a internet. Probablemente tengan zonas de horizontalidad y apertura; y sería allí donde interactúan con quienes sí recurren a las redes sociales.
En términos simples, desde el marco que surge de conjugar las teorías de Zaller, Valente y Neumann, la aprobación al presidente depende de la predisposición a aceptar de entrada lo que dice el gobierno (o a asumir los costos de marginación por disentir) y de la inclinación a considerar otras fuentes. Aunque están interconectados, estos principios son distintos. Por eso, el distanciamiento entre las mediciones de Moreno y Campos es variable. Si dependieran de una misma causa, y no de diferentes factores, las trayectorias de las dos encuestadoras se mantendrían paralelas.
Pero lo anterior implica que los pesos de las variables que intervienen en un resultado de encuesta han cambiado en el tiempo. Por ejemplo, para explicar el distanciamiento de veinte puntos en las mediciones de abril, se requeriría postular que las fuentes externas al gobierno recibieron entonces mayor atención o fueron vistas como más confiables.
La pregunta ahora sería: ¿cómo y por qué se han ido modificando los pesos? Intentar responderla ayudaría a profundizar en los puntos finos de la conjunción de las tres teorías referidas; pero eso conllevaría analizar otras preguntas de las encuestas de Alejandro Moreno y Roy Campos. Además, sería necesario comparar diversos segmentos de sus muestras. Los datos que han hecho públicos dan para ello; sin embargo, eso significaría escribir un texto de otro carácter y otra extensión. Por el momento, lo dejo aquí.